Como cualquier negocio, la producción agrícola se mueve también por expectativas. La perspectiva que había en la campaña 2016/2017, luego de que el presidente Mauricio Macri bajará las retenciones a la soja y las eliminará para el trigo y el maíz, hizo que el área sembrada fuera récord: 39,4 millones de hectáreas.
Mientras la actual cosecha de soja y de maíz va tomando ritmo a nivel nacional, el diseño de la campaña 2020/2021 va teniendo los primeros bosquejos y no genera –a priori– muchos estímulos. Sus expectativas son diferentes a las que había cuatro campañas atrás.
La mayor presión impositiva que va a pesar para la mayoría de la producción de soja, sumado a la incertidumbre que genera los reintegros por segmentación, y los mayores costos en trigo y maíz, por los efectos de la inflación, proyectan en principio una campaña más gasolera.
En un contexto de precios internacionales más atenuado y con un nivel de retenciones que, en relación a la última siembra es el doble en el caso del trigo y el maíz y un 30 por ciento superior para la soja, los números son muchos más débiles para la actividad.
Para colmo, la falta de lluvias que arrastra marzo podría complicar no sólo el arranque de la nueva campaña sino la finalización de la presente.
“La próxima siembra va a depender primero de cómo el clima termine de consolidar la actual campaña, en la cual los pronósticos avizoran que la falta de agua puede complicar a algunos maíces tardíos y a las sojas de segunda. Eso puede condicionar también la intención de siembra futura”, observó Sebastián Salvaro, socio fundador de la consultora AZ Group.
Si el clima acompaña, el analista prevé que con el actual nivel de retenciones el área con soja podría ser similar a la sembrada en la actual campaña, o caer 0,5 por ciento. De acuerdo con su visión, si al actual esquema de retenciones se le suma una intervención del mercado (similar a la que rigió el comercio de los cereales en los últimos años del gobierno de Cristina de Kirchner), la soja tendría aún más protagonismo en relación al trigo y al maíz.La soja, intacta
Si bien todos los números muestran que la rentabilidad por peso invertido en la próxima siembra de soja podría ser negativa, a la hora de decidir la incorporación del cultivo juega más una cuestión financiera que económica.
“No sería la primera vez que se siembra a pérdida, sobre todo en campo propio. Ahí el productor que tiene la semilla decide invertir, sin tener en cuenta el costo de oportunidad de la tierra y con un menor paquete tecnológico”, agregó Salvaro.
El consultor Teo Zorraquin también coincide con esa visión. “Si bien la planilla de Excel da número malos, la decisión de sembrar siempre está, aunque la variable de ajuste puede ser la tecnología, con genética más barata y resignando estrategias de fertilización”, sostuvo en socio de la consultora Zorraquin-Meneses.
Un soporte que puede ayudar a que el área implantada no caída demasiado es la buena salud financiera que atraviesan las empresas agrícolas, diferente a 2001 y 2008 cuando hubo explotaciones que llegaron a deber hasta dos veces su patrimonio.
Según Salvaro, en la actualidad la estructura de deudas es baja y la liquidez que generará la venta de la próxima cosecha hará que el productor no quiera tener dinero en la cadena comercial y por lo tanto destine una parte de esos fondos a la siembra.
En abril, los productores que arrienda superficie comenzarán a negociar los nuevos contratos. Según Zorraquin, la estrategia será orejear hasta último momento cómo se conformará la rotación en campos alquilados. “La experiencia marca que en estos casos que se va a sembrar más soja aunque de peor; porque, por ejemplo, la inversión es la mitad de la que requiere un maíz”, precisó.
En ese escenario, un trigo a un valor de 200 dólares la tonelada sería una buena opción en sociedad son la soja de segunda; una combinación que puede convertirse en más competitiva que el maíz o la soja de primera.¿Y el tipo de cambio?
Un efecto devaluatorio también puede jugar su partido de cara a la próxima campaña. Si a los tres puntos adicionales que va a pagar la soja se le agrega una actualización del tipo de cambio, la incidencia del tributo se podría ver atenuada. Según Salvaro, en la actualidad hay un retraso del tipo de cambio, debido a que la inflación crece a un ritmo de tres por ciento mensual en un contexto de dólar fijo.
“Si hay una devaluación proyectada por encima de la inflación anual, superior al 40 por ciento, volvería a generarse cierta competitividad que haría que el área total sembrada no se reduzca, con un crecimiento de la soja en detrimento de otros cultivos”, pronosticó el analista de AZ Grup.
Un conflicto gremial contra el Gobierno, en reclamo por la presión impositiva, también podría incidir de manera negativa en la futura campaña, a partir de una potencial decisión de los productores de invertir menos.
“Su duración podría generar que el área total disminuya, pero con un aumento de la superficie con soja. Sería hacer la misma cuenta que en la campaña 2014/2015, cuando la representatividad de la soja sobre el total del área era mayor a lo que está ocurriendo hoy”, recordó Salvaro.
Si bien el primer partido de la temporada 2020/2021 lo va a jugar el trigo, cuya siembra dependerá también de cómo queden los perfiles luego de la cosecha de granos gruesos, el maíz también comenzó a mover su precampaña, aunque a paso muy lento.
“El carry de semilla de maíz de la campaña anterior es muy grande y la precampaña viene lenta”, observó Zorraquin. (Agrovoz)